--Ayer recibí el mensaje—me dice Don Baruj—me lo esperaba.
Y luego de un silencio en que no pregunto nada, sólo supongo, añade:
--La soledad ahora es mayor, casi absoluta.
Escribe más tarde para sí mismo en su carnet de bolsillo:
“En unas horas más, después de la ceremonia religiosa, la llevarán al cementerio en lo alto, desde donde el paisaje se contempla en toda su magnífica belleza. El antiguo lugar de la memoria. Encaramado en la colina el cementerio guarda su humilde silencio. El viento del mar a veces un susurro fantasma, un suspiro de olvido. Los muertos se acompañan entre ellos y, según dicen, esperan. Es un buen decir, un rumor piadoso, un ingenuo acto de fe. Arte hermoso de la palabra ilusionada.”
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