29/5/22

Don Baruj para la oreja.

Aunque no lo admita, desde su mesa en el rincón de junto a la ventana don Baruj para la oreja y cosecha de cuando en cuando buenas charlas—más de alguna sabrosa—para sus notas de observador curioso y criticón de la gente.


 

--Escuchar—ha dicho--es una forma de averiguar y escudriñar lo que los otros dicen y piensan. Como leer, que es otra forma de escuchar lo que se habla y se ha hablado el el mundo desde los tiempos de Maricastañas.

 

La biblioteca--personal o pública--es el lugar de ese escuchar ensimismado a un centenar de voces selectas que nos hablan con autoridad de infinidad de asuntos de suma importancia. Se puede, por los mismo, pasar largas horas en ella.


En el café, en cambio, es posible observar y oír a los más próximos que conversan de esto y lo otro. De lo que en el momento y el lugar importa y nos atañe.


Local del chisme es el café, y de los malos entendidos que le dan sabor al tedio de los días.

 

--Pero cada vez hay menos que oír—se queja don Baruj, mostrando con un gesto de cabeza a los que en las mesas contiguas a la suya se sientan con el teléfono en las manos o frente a un computador portátil, los audífonos insertos--como injertados--en las orejas.




27/4/22

Perder


--"Perder" parece ser un verbo que me cuadra perfectamente--dice el que siempre pierde.  

--Pierdo el tiempo, pierdo cosas y documentos, pierdo la memoria, pierdo el hilo y he perdido hace mucho la esperanza. Lo mismo me ha sucedido con la confianza. Pierdo el paso a cada rato y no hay oportunidad que no pierda. He perdido el interés en casi todo y tengo perdido el rumbo desde hace tanto que es esfuerzo perdido tratar de recuperarlo. 

--Pero como nunca he tenido paciencia--se justifica--no puedo perderla, como tampoco puedo perder cuidado. La vergüenza, por otra parte, la tengo muy enraizada y no la voy a perder nunca, espero.

21/4/22

Don Baruj evoca

El otro día alguien le mostró a don Baruj el librito de poemas que había publicado cuando apenas dejaba de ser niño. Un librito olvidado que alguien abandonó en una librería de viejo para que--cosas del destino--lo recuperara del tiempo, tantos años después, el curioso coleccionista que se lo trajo para que lo viera.

--No están nada de mal estos poemas juveniles--le dijo después de habérselo dejado en sus manos. Don Baruj, embobado, sostuvo por un largo rato el viejo ejemplar ante sus ojos.

--No voy a negar--nos confesó días después, ya recuperado de la sorpresa--que en ese momento mi vanidad se puso a revolotear con sus quejosas alas, a las que nada les queda de doradas, y que me vino un cariño agridulce por esa juventud que tuve y se me escabulló en unos poemas antes de que me diera cuenta cabal de que la tenía.

Nos pareció que hablaba de una manera no acostumbrada en él y no dijimos nada. 

Tomó un sorbo del té que se enfriaba y volvió a ser el don Baruj sentencioso que conocemos.

--A esta edad--explicó--en el "arrabal de senectud" del que habla el poeta, cobran vital importancia--sí, exactamente vital--los mundos evocados. 

17/4/22

Don Baruj y sus ideas estrafalarias

Piensa don Baruj que es normal que, a su edad, se le ocurran ideas estrafalarias y que las repita una y otra vez, como si con eso resultaran más cuerdas y convincentes. 


7/2/22

La inconformidad de don Baruj

Puede ser una virtud--y de hecho lo es—la inconformidad. 


Más de alguna vez lo ha dicho don Baruj, cuando algún contertulio ha despotricado contra quienes manifiestan su insatisfacción frente a tanta imposibilidad como se nos imponen. 


--O dicho de otra manera--ha añadido, y no en broma--, el conformarse es un defecto, un delito casi de lesa majestad. 


No es de conformistas--piensa--el reino de las ciencias y las artes, ni menos aun el de la justicia.

 


31/1/22


"Me he vuelto demasiado sensible a las fechas y su apresurado sucederse", escribe don Baruj en su libreta el 31 de enero. "Tendrá que ver--continúa--con mis recientes encuentros con los deterioros de la edad y los ejercicios que me hacen practicar para reducir su persistente avance"
.

De sus contertulios ninguno pensaría que de esto escribe don Baruj, tan calmo, en su mesa junto a la ventana que ilumina su taza de té con las últimas luces de la tarde. Bebe parsimonioso y escribe.

"Digamos que hemos llegado a la edad de restar. Ya no añadimos años: los vamos descontando. Como quien va comiendo, una a una, las cerezas del cuenco que poco a poco se vacía". 

"Como ir arrancándole pétalos a una siempreviva", anota después de un rato, cuando ya se le ha acabado su taza de té y el crepúsculo se asoma por la ventana.



16/1/22

Don Baruj y el genio de la lámpara

--Me temo--dice don Baruj--que nadie entre nosotros sabe lo que de veras queremos y que, de aparecérsenos el genio de la lámpara, no sabríamos pedir otra cosa que dinero y la imposible inmortalidad. 

Le reprocha alguno su cinismo y otros comentan qué le pedirían al genio todo poderoso.

--Seguramente el genio nos deja muy en claro que no puede otorgar lo que no existe--les advierte don Baruj a los entusiastas. --Que no le pidamos, entonces, ni la felicidad ni el amor, nos dice el genio, ni mucho menos la vida eterna. 

Todos callan ahora, pensando ensimismados qué le pedirían al genio si el genio los visitara.

--Supongo--agrega don Baruj-- que con los siglos, o los milenios más bien, el genio ha aprendido a no sorprenderse de lo que los seres humanos le pedimos. Ya ni se sorprende ni se ríe; la sonrisa irónica, sin embargo, no creo que pueda evitarla.