Con claridad telescópica recuerdo aquella vieja casa. Sus aromas de humedad rememoran mis días cuando chavalín de pantalón corto, feliz y descuidadamente corría con mi hermano en ella.
Teníamos un triciclo con un platón en la parte de atrás que presuntamente era para “llevar carga”. Bueno, la “carga” era yo, quien metido en un cajón de cartón era el “pasajero” mientras que mi hermano menor era “el chofer”. A todo pedal recorríamos la casa, entrando en todas las habitaciones y cuando lo veía conveniente, le comunicaba al “chofer” que se detuviera. Con eso, me apeaba del reverendo aparatejo, daba una vuelta con cierto aire de autoridad, como general inspeccionando sus tropas, y luego volvía a subirme para continuar con aquel mini-periplo doméstico.
Después de cierto tiempo, oía a mi padre llamándonos para que culmináramos nuestras actividades detectivescas y nos bañáramos para luego ir a la cama.
Recuerdo con perfectísima claridad a la mujer que “Traía un viejo sombrero, en sus manos el paraguas como pájaro herido, negro y azul, y su andar pausado, como si arrastrara los pies o llevara en sus hombros la desdicha.”
1 comentario:
Para Carlos X:
Con claridad telescópica recuerdo aquella vieja casa. Sus aromas de humedad rememoran mis días cuando chavalín de pantalón corto, feliz y descuidadamente corría con mi hermano en ella.
Teníamos un triciclo con un platón en la parte de atrás que presuntamente era para “llevar carga”. Bueno, la “carga” era yo, quien metido en un cajón de cartón era el “pasajero” mientras que mi hermano menor era “el chofer”. A todo pedal recorríamos la casa, entrando en todas las habitaciones y cuando lo veía conveniente, le comunicaba al “chofer” que se detuviera. Con eso, me apeaba del reverendo aparatejo, daba una vuelta con cierto aire de autoridad, como general inspeccionando sus tropas, y luego volvía a subirme para continuar con aquel mini-periplo doméstico.
Después de cierto tiempo, oía a mi padre llamándonos para que culmináramos nuestras actividades detectivescas y nos bañáramos para luego ir a la cama.
Recuerdo con perfectísima claridad a la mujer que “Traía un viejo sombrero, en sus manos el paraguas como pájaro herido, negro y azul, y su andar pausado, como si arrastrara los pies o llevara en sus hombros la desdicha.”
La mujer era mi madre.
André C.
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