Hace mucho que dejé de tener un objetivo y
aceptar como acertada la alegoría del viajero que va
de un punto a otro, peregrino de paso. Mejor, más
acertada es la del barco a la deriva, las velas rotas, el
timón quebrado. Pero a la deriva todavía se está a flote
y se mantiene algo que asemeja una singladura.
Los elementos no están todo el tiempo en contra y hay
días de brisas suaves, olas menores, cielos de esplendor;
noches de luna llena o estrelladas hasta la admiración.
No siempre triunfan el torbellino y las tinieblas.
1 comentario:
No es necesario obsesionarse con un objetivo: simplemente emprender y disfrutar del viaje es más que suficiente y altamante gratificante.
Flotando a la deriva uno queda a la merced de los elementos que convierten al pobre marinero en náufrago, compeliéndolo finalmente a convertirse en pecio y por último desechándolo al abismo marino a su terreno en la mítica Atlántida.
Y eso no me lo enseñó Poseidón; lo aprendí por cuenta propia.
El barón sobreviviente
Publicar un comentario