La literatura moderna está empapada de café. Palpita de cafeína y se aroma del tostado retinto de las gemas de altura.
Susurran en las mejores líneas de la prosa los vapores de la cafetera y en más de un verso se escucha el timbre de las cucharillas--delicados badajos de alpaca--contra las campanillas rituales de las tazas rebosantes de aromas.
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