27/8/16

Privilegio de la queja.

Privilegio irrelevante, inane e inocuo, el de los viejos—y defecto insoportable, dice don Baruj—éste de quejarnse de los tiempos y repetir hasta el cansancio, y demostrarlo con infinidad de ejemplos torpes, que todo "tiempo pasado fue mejor” y que el presente, el de los jóvenes—que evidentemente ya no es el nuestro, aunque nos duela y no sepamos admitirlo—es una irresponsable calamidad. 

Calamidad que, por cierto, lleva a ojos vista y a pasos agigantados la debacle, al fin del mundo, al apocalipsis, para ponerlo en términos manidos del agrado de quienes los lanzan como si pudieran tener algún efecto.

Razón tienen los viejos que así se quejan en tiempos de postrimerías.

Pero la tienen sólo en lo que respecta a su cada día más egoísta situación personal. Porque son los viejos, cada cual de los que viven la tan feamente llamada tercera edad, los que van—triste es decirlo—“derechos a se acabar e consumir” en el despeñadero de lo olvidado. 
No por nada sienten que el presente falla y que, en comparación con el pasado, es una lástima de realidad. 
Ante el deterioro de la edad--que sigue en nosotros su curso diario con la ciega crueldad de un proceso natural, los que envejen no pueden sino volver los ojos, la memoria, el sentimiento, la ilusión—la conciencia viva, lo que son—al pasado, a cuando no se daban cuenta de que estaban vivos y que, montados en el potro encabritado de los días, y no siempre en control del mismo, iban por el mundo quejándoses de quienes, con idéntico brío ilusionado, los habían precedido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso del “…tiempo pasado fue mejor…” ha sido el mantra de la vetustez pronunciado con mas frecuencia que el rosario entre viudas en misa.

Supongo que toda generación llegada a cierto punto de madurez o de vejez, —eso dependiendo de que si uno es optimista o pesimista— ha cacareado la misma letanía incontables veces, estirándola como letra de tango.

Los viejos de hoy, inconformes con el modernismo y su enigmático progreso, lamentan su condición presente porque “las cosas no son como eran” y ¡qué bueno que no lo son! No extraño en lo absoluto las memorias de mi familia que pasó por dos guerras mundiales y lo único que pudieron conservar fueron sus vidas. Tampoco extraño la vida difícil e incierta causada por los años de la post guerra, durante los cuales anduvimos de puerto en puerto y de ciudad en ciudad hasta que por fin pudimos tener un rato de quietud.

Yo personalmente considero utópica mi existencia presente, estoy tranquilo, saludable y felizmente ocupado.

Mi mantra es “laissez le bons temps rouler”.

El barón

Anónimo dijo...

Envejecer te hará feliz
Un estudio muestra que, pese a la pérdida de facultades, las personas de mayor edad muestran un mayor nivel de satisfacción con su vida

http://elpais.com/elpais/2016/08/25/ciencia/1472146569_815162.html

Lo leí en "El País" de España. Con gusto comparto.

El barón