19/4/18

Graffiti Laetrinea: El mal llevado progreso

No cuesta entender, pero sí aceptar como realidad indigna que son, las condisiones deplorables y cada vez peores en que viven los numerosos abusados que pueblan por millones las monstruosas ciudades de un mundo equivocado: el de la ciega pasión por el mal llamado progreso.

Que la humanidad ha progresado no se lo puede negar. Lo que se puede y debe poner en duda es si el progreso ha sido justo y para el bien de la mayoría. Incluso entre aquellos sectores de la población mundial en que el progreso pareciera haber sido un bien se advierte que el rápido avance tecnológico y el crecimiento económico desorientado y desmedido están haciendo un grave daño social.

No se trata de detener el avance sino de controlar sus direcciones. Quienes pueden hacerlo, sin embargo, parecieran ser los menos apropiados para la tarea. El poder está de nuevo concentrándose en unos pocos ambiciosos, cuya visión de la sociedad, del mundo, de lo que todavía podemos llamar humanidad, es contraria al proyecto optimista, humanitario, del contrato social que ha hecho posible el avance que ahora unos pocos administran para su propio bien y en contra del bien común.




La concentración del poder significa a la larga la simplificación del sistema bajo el dogmatismo que la ignorancia condona y hasta admira como una verdad indudable. De la democracia y sus valores van a ir quedando las vaguedades demagógicas de un término vacío de sentido, como estarán, vacíos de sentido así mismo, la realidad social y el lenguaje de falsedades que la designa y define.

A no ser, claro está, que la mayoría caiga en la cuenta algún día--ojalá cercano--del gran engaño en que se ha convertido la ciega fascinación por el progreso.


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