18/6/18

Del polvo al polvo, en todas partes polvo, para algunos.

El futuro inmediato—casi presente—es tan impredecible e inesperado como el futuro distante, ése que se mal inventa desde el momento de la vivencia siempre imperfecta.

Lo impredecible impera; y con éste, el caos: el desorden de lo que va sucediendo y de lo que deja atrás a su pasada, como deja un desbarajuste la tormenta que transcurre estrepitosamente; como el maremoto, perfectamente atenido a las leyes del desorden; o el general pagado de sí mismo que no entiende la derrota.

Vivir, entonces, no sería otra cosa que un inútil ordenar lo que apenas ordenado se desordena como cabellera al viento que la despeina.

No hay un cese en el barrer el polvo, desecho del que se viene y al que se va, mordiéndolo a menudo, echándoselo a menudo sobre la cabeza de pelos arrancados a tirones de melodrama.


Lo dice, con lúcido cinismo de Eclesiastés, la carraspera final del último verso del decisivo soneto, triunfo y cenotafio del sentir barroco, que no sabe de incertidumbres porque acepta, rendido a la evidencia, que todo termina:

          “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”.

La monja acata el dogma y desmiente la lisonja de lo falso, tal vez airada: la aparente belleza de lo vivo, dice
                                  “es cadáver, es polvo, es sombra, es nada”.

Lo que parece una forma extrema de enfrentarse al mundo y la existencia. 

En su peana sonríe mudo el buda.






1 comentario:

Anónimo dijo...

“Del polvo vienes y en polvo te convertirás”, recitan y repiten aquellos que necesitan de esa harta y saturada muletilla para sobrevivir.

El barón