La biblioteca del desordenado es un caos.
Olvidadizo, inconsistente, caprichoso, el desordenado no sabe qué libros tiene --más de alguno repetido-- y menos aun puede saber dónde encontrar el que cree tener y quisiera consultar en un momento dado.
Lee, dichosamente, por casualidad.
Su biblioteca es el dominio de lo inesperado. Cada libro es para él una sorprendente novedad; incluso la de reencontrar, en un libro ya leído antes, lo que se había olvidado.
Toda biblioteca organizada --no concibe cómo es posible catalogar lo infinitamente variado-- lo enerva, lo paraliza de exactitud.
Algo similar le sucede ante la inverosímil biblioteca ilimitada de la red. De ésta, sin embargo, le fascina su proximidad al caos y las múltiples posibilidades de la casualidad.
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