26/6/19

Consideraciones sobre perros y monos bailarines

El artista tiene una responsabilidad --afirma Elsinpelosenlalengua--: la de cumplir su oficio a la perfección, aunque sea -- como es obvio-- un imposible.

El diletante, por su parte, no tiene otra responsabilidad que darse el gusto de hacer lo que hace, aunque en su confuso entender lo intrincado del asunto, se crea estar cumpliendo con una obligación impostergable.

Artistas hay pocos. O más bien hay muchos y poquísimos son los que realmente cumplen con las exigencias de serlo. "Son muchos los llamados y pocos los elegidos", cita el crítico exigente, el que ni siquiera puede contarse entre los llamados.

Llamados se creen los diletantes, y algunos hasta se piensan elegidos. El que el mundo no los considere artistas y apenas los tome en cuenta es porque el mundo es así: insensible a lo que realmente vale.

Y a lo mejor tengan razón, pero no porque lo que ellos hacen tenga valor.

Claro está que en esto del valor del arte hay mucha confusión; si bien, en el fondo, las cosas se aclaran al momento de hablar de dinero, verdadera medida de todo valor. Hay quienes afirman, sin embargo, que en esto radica el problema.



"Por dinero baila el perro" --lo haga bien o mal-- y "por plata el mono".

El artista de veras, el elegido de los dioses, hará lo suyo sin pensar en el dinero. En eso, el diletante que de veras sabe que lo es, tal vez se le compare. La verdad, al fin y al cabo y por lo general, tiende a confirmarse.

En fin, que no todo perro baila por dinero y mucho mono hay que lo hace sin que haya plata de por medio. Lo que realmente les importa --dichosos ellos-- es el encanto del baile.





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