A lo largo de los años ha ido don Baruj tomando notas en sus libretas de bolsillo con la idea de algún día, ya viejo, usarlas en lo que podrían ser unas memorias para sí mismo, algo así como un recuento y examen de conciencia afirmativo del ser que hasta el momento ha sido y está presente. Un ejercicio de sentimentalismo vital: función del ego—su yo más íntimo---que ante su caducidad se reafirma.
Abre una de sus últimas libretas con el siguiente texto, que podría ser introductorio:
“Esta vez inicio la libreta nueva con la ambigua impresión de estar cumpliendo con un deber y cometiendo al mismo tiempo un error cometido ya demasiadas veces antes. Es la tónica incierta de los tiempos: mis tiempos personales que entretejen, enredan y anudan gratas e ingratas memorias, nostalgias culpables, precisas certezas y presentimientos reprochables”.
Con “Qué puede esperarse a la edad a que he llegado” concluye el brevísimo resumen de lo que sus múltiples libretas contienen.
Al irlas revisando siente don Baruj que desde el pasado se habla a sí mismo, con su voz de entonces, justificándose.
“¿Son las memorias”, se pregunta en alguna página meditabunda, “una forma de egoísmo arrepentido: una defensa de quien ha sido?” Y considera la posibilidad de no escribirlas sino sólo mentalmente.
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