29/7/08

La traducción


Mucho hay de orfebrería en la traducción. Artesanía de la palabra ajustada y reajustada allí donde no parece haber ajuste posible.
Quien bien traduce no traiciona –como algunos acusan injustamente--, sino todo lo contrario: reinvoca el espíritu que llevó a la expresión original de un descubrimiento y lo reanima en nuevos signos comprensibles, eco de esa voz que habló primero.

Orfebre de la palabra, el traductor desmonta lo labrado para labrarlo de nuevo, idéntico a como era, en otra dimensión, el mundo de otro idioma.

Bellísima labor la del que traduce. Delicada labor de oído que lo escucha todo tan atentamente que se olvida de sí mismo hasta volverse el otro, el que habla. Arte secreto del que se transmuta y hace de su voz transfigurada voz reveladora de quien hablaba en vano, incomprensible, incomprendido en su babel de lengua ajena.

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