Ah, Gonzalo--le decía don Baruj a mi padre, su amigo de siempre--, cómo hacer para poder cumplir con todo lo que uno se promete y todo lo que, sin prometérselo, se lo quiere hacer.
La inagotable vanidad humana de querer vencer al tiempo a como sea. Vana ilusión que lo mantiene a uno en la espera de la perfección, ésa que, por último, se imagina en otra esfera del ser.
Como testigos de tal vanidad, y como mensajeros de las limitaciones humanas, los papeles, libros, agendas, teléfonos celulares, directorios electrónicos, bibliotecas y librerías, cines y cafés nos recuerdan la imposibilidad.
Hay que ser un sabio, un muy sabio, para no caer en la angustia de la confusión y en el deseo insaciable del Fausto iluso.
Ya me entiendes, claro que me entiendes, y por eso callas.
1 comentario:
Estaba pensando callarme, pero al final me decido a escribir unas letras sin decir nada, que es lo mismo que quedarnos en silencio...
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