5/7/12

El hombre del viento

No éramos demasiados. Habíamos pensado que era mejor quedarse bajo el árbol del patio, no en el interior de la casa porque era muy vieja, y además la vez anterior que hubo viento le había arrancado ya unas calaminas del techo. El árbol por lo menos nos protegía de la lluvia y del viento. Del viento huíamos, según la dirección de la cual soplaba. Ese día Onel no estaba con nosotros, había ido a buscar ramas para tapar el gallinero y la conejera, pues ya se acercaba la temporada de lluvias. Yo no tenía miedo a los rayos, nos habíamos acostumbrado a no tener miedo de nada, pues habíamos nacido con los temblores que tanto sacudían la casa. Era normal oír o sentir el sacudón que producían. Ese día sólo había viento, un viento pesado, duro, muy duro que golpeaba las paredes de la casa. Por eso salimos.  
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Por Porfirio Mamani Macedo

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