Procrastinar--le ha dicho Don Baruj al que ignorantemente acusaba--es una dejadez perfectamente cuerda para quien ha comprendido--es decir que ha decidido instintivamente--que nada importa ni mucho ni poco, que la vida es vanidosa ilusión y un sinsentido. Un absurdo han dicho algunos.
Los más, no sé si los más dichosos--comenta ahora como para sí mismo--son capaces de superar el nihilismo natural al espíritu humano y se convencen de otras impresiones de lo que significa estar vivo. Le encuentran un sentido al sinsentido ya bien porque admiten sin mayor discusión algunas reglas de juego ya propuestas, o porque se las inventan y a ellas se someten convencidos de su validez.
Aciertan.
No es mala política personal y muy cuerda filosofía de vida.
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