Por las tardes, cuando me siento a leer--me confiesa Don Baruj--me viene un sueño que no puedo resistir. Lo dejo que me aduerma por un rato.
En esos pocos minutos en que cabeceo frente al libro--que a veces se la cae de las manos--me invade una deleitosa calma sin palabras, sin imágenes: un estar completamente a solas en mí mismo.
Al poco despierto, siempre confundido.
Tomo entonces la pluma y urgido de un deseo iluso trato, inútilmente, de escribir.
1 comentario:
Yo también confieso, que comparto con el mismísimo don Baruj, esa narcolepsia fugaz que me invade momentáneamente haciéndome sentir como espíritu puro, libre de complicaciones y estorbos físicos. Quizás el tibio aliento del sol vespertino me amodorra en deliciosa letargia brindándome sosiego perfecto.
André
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