26/1/15

Conócete a ti mismo


Estaba de viaje Don Baruj y acaba de volver, no nos dice donde anduvo. 
            
Se me ha ocurrido, por no sé bien qué detalles—tal vez su anticuada nueva libreta y la flamante Parker 21 con que escribe en ella—que no ha viajado en el espacio sino en el tiempo. Que nos dejó por unos días para volver a un pasado que vagamente perdura en sus gestos y en el rincón del café y su mesa desde donde preside el silencio: su misterio.
            
¿Quién es, nos preguntamos, este Don Baruj, anciano que apenas nos habla a veces, dedicado como lo está siempre a sus papeles, pluma en mano?
            
De veras, no lo conocemos.
            
--¿Quién puede conocer al otro—nos preguntaba el otro día Don Baruj—si no nos conocemos ni a nosotros mismos? Dictado implacable, por divino, el que desde el dintel del templo nos insta a lo imposible: “Conócete a ti mismo.” Obnubilado de orgullo racional propone el filósofo lo mismo como objetivo de vida, el exigente ars vita del que busca la sabiduría.

Y al cabo de un silencio en que esperamos, concluye.

--Pero, ¿quién de nosotros está libre de los dilectos demonios de la vanidad y el autoengaño?   

1 comentario:

Anónimo dijo...

Invocamos ocasionalmente aqueila pizca de sabiduría del sagrado Templo de Apolo en Delfos sin saber su verdadero significado…

Quizás falsos avatares se apoderan de nosotros.

El que esté libre de demonios, que pronuncie la primera palabra amable.

El barón