20/2/16

Del vademécum de Don Baruj: La llave mágica

Vaya uno a entender--anota Don Baruj en una de sus libretas--qué pasa en ese enredo infinito del sistema nervioso, todo el cuerpo, y su nódulo mayor: nuestro cerebro.

Hay días en que--como hoy--las imágenes, ideas y fantasías se apiñan y disputan por ser las primeras en convertirse en palabra escrita. Y hay días, semanas—noche tras noche—en que el barullo de la mente es un caótico murmullo, como el del tinitus con que el cerebro engaña al oído por obra de no se sabe qué maldad de duende sordo y envidioso.

A las pocas y raras horas del duermevela visionario se oponen, en una disputa desigual por el tiempo disponible, las largas temporadas de neblinas y ruidos incoherentes como de cortocircuitos o cristalerías rotas.

Vaya uno saber--se repite--quién anda por los oscuros rincones de la casa; qué arácnido letal, qué ratas portadoras del virus de la ira, qué translúcidos ciempiés de la melancolía.


Felices son los instantes en que al fantasmal silencio de lo oscuro lo acalla el doblar de campanas de un verso feliz que lo dice todo, de una imagen que abre mil puertas como lo promete el poeta de la llave mágica.

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