En el duermevela, ese estar en ninguna parte, repartido entre el sueño y la vigilia, se dan cita los más diversos ángeles: figuras aladas y poderosas: semidioses, magos, demiurgos, charlatanes, zorzales, encantadores y alquimistas del verbo.
Desconcierta su algarabía de lluvia torrencial, de ventoleras polinizadoras, de mar de enormes olas.
El que crea escucha y toma nota.
El torrente al fin lo arrastra al sueño. Caen la pluma y el cuaderno.
Si es de noche la lámpara ilumina, abandonada, el total silencio.
1 comentario:
Yo lamentablemente ERA el duermevela en mi casa: pasaba una que otra hora rascándome la cabeza a tempranísimas horas de la madrugada devanando cada tajada de mi cerebro —a manera de electroencefalograma— para convertirme en estratega de mi incierto futuro creativo que amenazante me esperaba el siguiente dia. Con pluma y libreta en mano, anotaba ideas que veía potenciales para futuras campañas y con eso me convertí en mi propio escribano, amenazado por los demonios nocturnos que con sus filudos estiletes mi nimio pescuezo codiciosos deseaban.
Bien lo dices amigo “…El que crea escucha y toma nota…”
Lo hice por indecibles años porque en mis días de publicitario creativo, me obligaban a estar en constante estado de alerta “por si las moscas” para estar al pendiente de algún chispazo creativo que me pudiera salvar mi pellejo creativo y por ende, tal vez la cuenta del cliente. Muchas fueron las ocasiones en las que las “figuras aladas y poderosas” se convertían en el mismísimo patillas que mucho me atormentaba por poco.
Tras haber abdicado a mis labores publicitarias, principalmente porque ya podía ver la proverbial luz al final del túnel, me encontré con la misma situación cuando mi profesión dio un giro de 180 grados y decidí por hacer un cambio drástico.
¡Qué delicia poder sentir la luz del sol al salir de ese lóbrego laberinto!
El barón
Publicar un comentario