4/8/16

Exhibicionismo

Hace algunos años, que parecen perderse en un pasado inexistente, no teníamos los exhibicionistas literarios las oportunidades que tenemos ahora de publicar, es decir de hacer pública exhibición de lo que escribimos a diario por no sé que incontrolable necesidad de dejar dichos trazos de la voz, documentos de nuestra pasajera presencia, en la más duradera consistencia del texto escrito.


Hoy podemos publicar sin ninguna cortapisa, como el que se planta en medio de la plaza pública a recitar sus versos atrabiliarios o contar sus cuentos egocéntricos, o como el más rebelde y tímido que se expresa en cortos y a veces incisivos grafitti, esa forma visual del grito.

Nadie nos calla.

Habría que comprobar si alguien nos oye.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lamentablemente, las trabas siempre las ponían editoriales que se negaban rotundamente a publicar material que ellas no consideraran “importante” o proveniente de alguien “famoso”, y por ende un sinnúmero de excelente material literario quedó flotando como náufrago a la deriva en un océano de repudio y exclusión.

Afortunadamente, la tecnología moderna y un tajante cambio en el modo de pensar, han sido clave para una revisión total y absoluta de la expresión escrita. No solo la autopublicación ha permitido una verdadera libertad de expresión —reforzando uno de los principios básicos de nuestra sociedad— sino también lo ha sido la flexibilidad de mentes en editoriales modernas que dichosamente han logrado contrarrestar la testarudez de antaño y con ello, acoger material fresco.

Quizás de ahora en adelante, podremos disfrutar de nuevos cuentos, poemas, historias y anécdotas que seguramente surtirán marcado efecto en sus autores y en sus lectores y con ello comprobar efectivamente que alguien nos oye.

Alea iacta est!

El barón

Anónimo dijo...

Lamentablemente, las trabas siempre las ponían editoriales que se negaban rotundamente a publicar material que ellas no consideraran “importante” o proveniente de alguien “famoso”, y por ende un sinnúmero de excelente material literario quedó flotando como náufrago a la deriva en un océano de repudio y exclusión.

Afortunadamente, la tecnología moderna y un tajante cambio en el modo de pensar, han sido clave para una revisión total y absoluta de la expresión escrita. No solo la autopublicación ha permitido una verdadera libertad de expresión —reforzando uno de los principios básicos de nuestra sociedad— sino también lo ha sido la flexibilidad de mentes en editoriales modernas que dichosamente han logrado contrarrestar la testarudez de antaño y con ello, acoger material fresco.

Quizás de ahora en adelante podremos disfrutar de nuevos cuentos, poemas, historias y anécdotas que seguramente surtirán marcado efecto en sus autores y en sus lectores y con ello comprobar efectivamente que alguien nos oye.

Alea iacta est!

El barón