Entró al caer la tarde una pareja de adolescentes que nadie en el café pudo ignorar.
Por un instante todas las miradas fueron para ellos.
--La belleza--comentó después Don Baruj--se hace presente a veces de modo inesperado, como toda epifanía y en la fugacidad del instante deslumbra: renueva en el que mira la ansiedad de lo inasible.
No estuvo mucho rato la pareja entre nosotros. Fue más largo el momento de su ausencia.
--Es una rara ocurrencia--me pareció que dijo cuando, un poco después de que se fueron, fui a servirle a Don Baruj su tercera taza de té y dejó de escribir para darme las gracias.
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