7/3/18

El otro don Baruj

Dicen que el otro día don Baruj, siempre tan digno como lo creen todos, perdió los estribos del caballero y se comportó como cualquier otro viejo gruñón, impaciente y de mal genio.

Fue cuando alguien--unos afirman que un muchacho, otros que un joven en sus veinte--entró precipitadamente al café, fue directamente a sentarse a la mesa en la que don Baruj, ajeno al mundo alrededor, escribía en ese carnet suyo que a todos nos tiene curiosos, y le habló con lo que dicen fue un tono airado.

A los reclamos del  nsolente don Baruj reaccionó con el silencio, un arma poderosa que le conocemos bien los que hemos discutido con él algunos temas de su preferencia.

Sabe callar don Baruj.

Pero esta vez, según cuentan, del silencio taimado pasó al exabrupto y, fuera de sí de indignado, le habló--le gritó casi--al muchacho cuatro palabras que sonaron incongruentes.




Volvió s callar.

Se guardó con gestos bruscos libreta y pluma en el bolsillo interior de la chaqueta a la vez que se levantaba para salir a grandes pasos del café. El muchacho salió detrás de él, igualmente agitado.

Pasaron varios días antes de que don Baruj volviera al café y a la rutina de su calma de lector, escritor y contertulio respetado por su aparentemente inalterable parsimonia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

?En que cafe le paso esto a don Baruj?

Santiago Daydi-Tolson dijo...

En el Café Labrapalabra, por cierto.