--No entiendo por qué te limitas de esta manera.
--Qué me queda. Soy de los que no nos decidimos a nada.
A tal observación, y viniendo de quien viene, qué se le puede argüir. No dice nada.
--Se es como se es--añade el indeciso.
--De eso no cabe duda.
--Y por lo mismo es que ni siquiera se me ocurriría tratar de hacer lo que otros me recomiendan que haga. Entiendo perfectamente cómo lo que me sugieren tiene sentido y parece una solución harto adecuada a las circunstancias. Pero no tengo cómo hacerles caso. Me hablan de lo imposible.
--Aún así...
--No. Porque aunque tratara no llegaría a nada.
--"No hay peor negocio que el que no se trata", dicen.
--Los dichos dicen muchas tonterías.
--¿Como el de las peras y el olmo, por ejemplo?
--Ése acierta. Es de los que tienen razón. No hay que pedirle peras al olmo.
--Pero tampoco hay que hacer leña del que no da la fruta que se le pide y que no puede dar.
--Bonita manera de ponerlo. Si no me equivoco hay un poema de Machado que viene al caso.
--Nunca falta el poema que viene al caso. Y sí, me recuerdas el olmo de Machado.
--Por viejo será.
--Por olmo, que a pesar de todo, sigue en pie, carcomido, pero en pie y echando hojas nuevas.
Toma el celular y algo busca. Lee:
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
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