--Me preocupo más de la cuenta--piensa don Baruj con algo de acusatoria culpabilidad. Sabe muy bien de qué pie cojea y admite su debilidad: dejarse amenazar por su propia imaginación un tanto pesimista.
--El pesimismo--ha dicho alguna vez--tiene sus virtudes: disuadir de hacerse ilusiones y proteger de caídas en entusiasmos enceguecedores.
No pareció convencer a muchos su raciocinio: los optimistas son tozudos.
--Como defecto tiene--añadió en esa oportunidad--el que fomenta cinismos depresivos que conducen a un quietismo de abandono. Induce también el temor desconfiado del futuro y sus inevitables viscisitudes.
Contrario al optimista, que es apasionado y activo--según don Baruj--el pesimista es pasivo y temeroso de toda forma de emotividad.
--Se mueve--dice don Baruj--cautelosamente y, a veces, preocupado más de lo que debiera.
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