Si no lo son, al menos quienes los llevan--Pío Baroja y don Baruj--tienen no poco en común. Sienten y piensan parecido; miran el mundo con muy parecidos lentes críticos y hablan los dos sin pelos en la lengua.
Rara virtud--que otros llamarán defecto--eso de mirar críticamente alrededor y hacer sin remilgos las observaciones que correspondan.
Aunque no siempre tengan razón y a veces hablen con demasiada impertinencia, quienes como ellos mucho critican, sin tapujos ni temores de herir, contrarrestan con su actitud la persistente hipocresía de los que más hablan y predican. . . , de los que más se escuchan.
Ante la engañifla de tanta palabrería y tanta faramalla y apariencias de una sociedad que siente y piensa "como se debe", la palabra directa, la observación certera, la voz sincera de algunos como Baroja y don Baruj reclaman su importancia.
Y el que quiera oír, que oiga.
--Cada cual--dice don Baruj--es libre de entender lo que le viene en ganas.
--Y con su pan se lo coma--añadiría probablemente Pío Baroja si estuviera en el café de la tertulia.
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