1/5/20

Diario anónimo* 2: Un diario vital

Febrero
Foto de Sofía Costa Daydí
Oscurece. Esta es la hora cuando me sentaba al escritorio y veía atardecer sobre el Pacífico, insinuado en contraluz tras unos pinos y unos eucalyptus y no muy lejos de mi ventana. 

Distante de esta ventana de ahora está el mar, como distante están en el pasado esos momentos de sentimentalismo pueril que dieron inicio a esta discutible costumbre de mantener un diario. 
Con los años pareciera que uno vuelve a lo que fue, a lo que uno inventa que pudo haber sido.

Inventar. En eso está la solución si de solucionar se trata este ejercicio. ¿Por qué escribir si no es para inventarse a sí mismo? La palabra funda realidades. Funda por lo mismo al yo.

Se llega a pensar que sin un diaro no se existe. Que la vida se va dando línea a línea en el bordado de la filigrana que la pluma va dejando en el papel que, una vez cubierto de signos que quieren significarlo todo, se olvida en el archivo de lo que alguna vez tal vez legue a leerse. 

Parsimoniosamente el tiempo y la humedad se ocupan de establecer el olvido.

El diario personal no se escribe ni siquiera para uno mismo.


*Abandonado en una mesa del café hace ya algún tiempo. Hasta ahora nadie lo ha reclamado.

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