Tiene Don Baruj un
conocido al que le gusta hablar más de la cuenta y al que escucha pacientemente
por eso de que no vale la pena conversar con quien no tiene oídos sino sólo
boca.
--Hablar—dice don Baruj—es
un privilegio: el don que nos hace humanos.
Y menciona entonces la anécdota que se cuenta de Miguel Ángel, quien, al dar por terminada su escultura de Moisés--la que se exhibe en San Pietro in Catene, en Roma--le dio un golpe de martillo en la rodilla derecha--está visible el leve daño que le hizo al mármol--y le ordenó, como un Pigmalión renacentista, que hablara.
--Era lo único que a ese Moisés de mármol le faltaba para estar vivo--comenta don Baruj--: el milagro del habla.
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