14/6/20

De un Diario anónino 10: Evocación de una muy reciente primavera

Arde el verano afuera. Desde mi escritorio--con sólo levantar la vista de lo que escribo--puedo admirar a cada instante y sin el azote del calor externo la belleza natural, desordenada y luminosa, de mi patio de atrás, que tengo abandonado al capricho de los árboles, matas, malezas, ardillas y una variedad de pájarillos. 
Vienen éstos a beber del agua de un pequeño estanque y a alimentarse de cuanto han de encontrar en mi jardín natural. Tienen además infinidad de ramas en las que posarse a trinar frente a mi ventana. 
Muchos, para mi contento, lo hacen.
Hasta unos días atrás el patio se veía diferente y no sé bien por qué, teniendo frente mío esta visión deleitable, me vuelve a la memoria esa imagen de apenas ayer, cuando una tarde de viento que agitaba las ramas de los árboles, ahora quietos bajo un sol de oro, anunciaba el imperio de la primavera. 
En esa maraña de ramas--hasta un día antes sin hojas y ahora de verde nuevo--destacaban, como brasas de luz, las flores del granado, de ese rojo tan suyo que sorprende. Adornan muy bien todos los años ese rincón que ha abandonado no tanto por pereza de jardinero holgazán como por inexpresado designio de dejadez.
Fue por esos días--que tan distante parecen--que me senté allí afuera, acompañado por última vez de los perros--o acompañándolos, más bien--, a gustar del mesurado sol de una mañana de lo que era todavía el tardío invierno. 
Creo que estaban contentos. Que estábamos contentos de estar allí, al sol, en compañía.
Ha de ser ese contento pasajero--me digo, explicando mi actitud hasta ahora incomprensioble--el que me ha llevado a pensar--erróneamente por cierto--en que ayer, al filo de la primavera, se estaba tanto mejor que ahora.

No hay comentarios: