Difieren de “mediano” y “medianidad” en su referencia negativa a una deficiencia degradante. Se refieren a todo lo contrario de lo que la expresión clásica “áurea mediocritas” propone: esa virtud deseable que, desafortunadamente pocos--si alguno—poseen o alcanzan. Y en esa oposición resaltan la deficiencia común a tantos si no connatural a todos.
“Áurea mediocritas”, por el contrario, habla de esa “dorada medianía” a la que tiende el filósofo: ese ideal—por lo mismo inalcanzable—del equilibrio espiritual, virtud necesaria no sólo para el individuo que aspira a vivir en armonía con sí mismo y con el mundo, sino también para toda sociedad que se proponga ser justa.
Contra tal objetivo se opone tozudamente nuestra mediocre constitución humana.
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