Que don Baruj sea perro viejo no lo disputa nadie.
"Es más--escribe más tarde y para sí mismo en su libreta--, el perro viejo, que algo de sabio tiene y no poco de sentimental, se apega a los trucos que aprendió de joven, a esa edad remota que le parece no haber sucedido nunca y existe sólo en sus ensueños y fantasías".
Lo escribe, como lo ha hecho siempre: a mano, acodado en la mesa, dejando que la magia de pluma y tinta--rumor y aroma--le diga al papel sus más íntimas palabras.
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