18/9/21

Las "cosas de viejos" de don Baruj

Últimamente don Baruj se ha vuelto muy distraído: no es raro que se deje esto y lo otro olvidado en la mesa del café cuando se levanta para irse a dar su cotidiano paseo vespertino por la costanera.

Varias veces en estas últimas semanas ha dejado olvidado un libro, una de sus plumas fuentes, un pañuelo--con sus iniciales bordadas hace mucho por alguna mano querendona--, la cuenta sin pagar, los anteojos . . . e incluso su libreta de bolsillo: ese vademécum que, por serlo, lo lleva siempre consigo.



--Es cosa de viejo decrépito eso de andar dejando sus pertenencias tiradas por todos lados--dijo en sorna alguien que no le tiene ningún respeto porque es viejo y porque le habrá dicho alguna verdad que no le gustó para nada.

Este descuido reciente de olvidar su libreta de tanta nota bien pensada debió causarle a don Baruj una preocupación exagerada y, al parecer, dañina. Se lo vio entrar al café al día siguiente del extravío más temprano que de costumbre en un estado de alteración apenas controlada. Alguno llegó a observar que parecía haber envejecido.

--Cosas de viejos estos olvidos--se disculpó con un suspiro don Baruj, ya recuperado del mal rato del extravío y solo después de un sorbo reconfortante de su té recién servido.

"Cosas de viejos esto de irse olvidando poco a poco de todo lo que uno cree que importa y no importa tanto" habrá escrito minutos después en su cuaderno recuperado. Lo vimos inclinarse sobre el mismo y escribir largamente, ajeno a todo, como lo ha hecho siempre desde hace tantos años.

Más tarde, al entablarse con él una conversación sobre sus descuidos observó que no habría que preocuparse demasiado de los olvidos seniles mientras lo que se pierda no sea la cabeza.

--Y ésa--añadió con malicia--la pierden muchos mucho antes de llegar a viejos.

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