29/5/22

Don Baruj para la oreja.

Aunque no lo admita, desde su mesa en el rincón de junto a la ventana don Baruj para la oreja y cosecha de cuando en cuando buenas charlas—más de alguna sabrosa—para sus notas de observador curioso y criticón de la gente.


 

--Escuchar—ha dicho--es una forma de averiguar y escudriñar lo que los otros dicen y piensan. Como leer, que es otra forma de escuchar lo que se habla y se ha hablado el el mundo desde los tiempos de Maricastañas.

 

La biblioteca--personal o pública--es el lugar de ese escuchar ensimismado a un centenar de voces selectas que nos hablan con autoridad de infinidad de asuntos de suma importancia. Se puede, por los mismo, pasar largas horas en ella.


En el café, en cambio, es posible observar y oír a los más próximos que conversan de esto y lo otro. De lo que en el momento y el lugar importa y nos atañe.


Local del chisme es el café, y de los malos entendidos que le dan sabor al tedio de los días.

 

--Pero cada vez hay menos que oír—se queja don Baruj, mostrando con un gesto de cabeza a los que en las mesas contiguas a la suya se sientan con el teléfono en las manos o frente a un computador portátil, los audífonos insertos--como injertados--en las orejas.




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