Es de mayo del 2022 la entrada anterior a ésta. En esa fecha se dió por cerrado este Café Labrapalabra que, hoy se abre de nuevo como lo que siempre ha sido: un espacio ficticio al que acuden parroquianos ficticios y ficticios amigos de la tertulia puramente imaginada.
El tiempo dirá hasta cuándo se mantendrá abierto y si tendrá o no clientes regulares.
Las entradas a este blog habrán de leerse como se lee cualquier texto literario de ficción: por el encanto de una realidad de fantasía, puramente imaginaria que sólo simula una posible realidad.
Simulacro es este café, malabarismo de palabras---labrapalabra---la tertulia que en él mantienen personajes inventados.
Sirva esta nota de prólogo a la ficción del Café y sus personajes, que se inicia con la siguiente escena:
---No hay en la ciudad un café mejor que éste---le dice el barista al que reconoce muy bien como un nuevo cliente.
Desde que lo vió cruzar la puerta, indeciso, y dudar por un momento si sentarse o no a la mesa vacía más cercana supo que nunca antes había venido, que era ésta la primera vez que visitaba el café y que bien podría convertirse en uno de los parroquianos regulares.
---No he visto ningún otro---comentó en un tono bromista---y llevo caminando casi una hora.
---Me refería al café en su taza---la que le acababa de poner frente suyo en la mesa.
Lo probó con un sorbo y no dijo nada.
---No hay otros cafés en el sector porque nadie puede competir con el nuestro.
No era plural de modestia el suyo porque hablaba por el grupo de amigos que, con mínimas ganancias, lo mantenían abierto a pesar de la poca clientela. El dueño, abuelo de uno de ellos, se beneficiaba de la ilusión y entusiasmo de los tres muchachos que, apenas graduados de la secundaria, habían decidido que no podía ir a la quiebra y cerrarlo. No, por lo menos, mientras siguieran viniendo los viejos clientes de hace tantos años, los de las vacas gordas.
---Los tiempos cambian---se dijo como a sí mismo el nuevo cliente cuando el muchacho se alejaba de vuelta a su puesto tras la barra.
---No podría ser de otra manera---corroboró el abuelo que debió haberlo oído desde su mesa, donde se pasa las tardes esperando a que llegue algún amigo. ---No por eso vamos a quejarnos ni a cambiar nosotros.
---Lo hacemos sin ni darnos cuenta.
---Ahora que usted lo dice...
---Así vamos viviendo---. Se levanta y, dirigiéndose al barista que los ha estado oyendo, le da las gracias por el café y le dice que sí, que en verdad es bueno. Y sale.
---Gracias. Hasta luego. No deje de volver---casi le grita el muchacho, aunque sabe que, salvo por unos pocos clientes regulares, nadie vuelve.
No han podido dar con un café que sea bebible.
1 comentario:
I am glad it is back up and running. Cheers!
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