Privilegio de la edad, no creo que
envidiable—nos dice Don Baruj--es alcanzar hacia el final de los días personales esa tan alabada
sabiduría de las canas, que no es otra cosa que el escepticismo, cuando no el
cinismo, al que lleva—dicho en una de tantas rotundas frases hechas--la
experiencia de los años: esa suma deslumbrante de momentos de conciencia en que
consiste una vida humana.
Se
llega a viejo sin otra voluntad que la de asumir a cada instante y plenamente la condición
pasajera y su ansiedad de eternidades.
Persistencia de lo que existe mientras
tanto.
Privilegio
del desengaño es el de quien ha vivido y sobrevive las edades de la ilusión y del afán
para encontrarse de pronto en ese “arrabal de senectud” de que habla el poeta
con evidente lástima y lastimosa imagen.
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Y para terminar de completar, también dijo el poeta:
"Definición plena y acierto exacto."
El barón
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