Este año 2016 les ofrece a los adictos a las celebraciones mortuorias--que somos la mayoría, por razones obvias que habría que comentar--varias fechas memorables que recodar.
Una de ellas es la de la muerte, hace cien años atrás, del poeta Rubén Darío, fecha en la que se le tomó una foto--un tanto reprobable--en su agonía.
Más a propósito para un homenaje al poeta muerto, que en su obra sigue tan vivo hoy como en sus mejores años, es la fotografía que lo muestra en su uniforme protocolar de diplomático.
Mejor aun es recordarlo en su obra, en libros como este de su Prosa dispersa, objeto que, a diferencia del hombre, ha desafiado las rigurosas leyes del tiempo, rigurosísimas e implacables sobre todo con los que a diario las sufrimos irremediablemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario