De José Ángel Valente me ha parecido siempre un poema exacto éste que habla de un conflicto tan propio del pota que, como él, tenía en alta estima la ética poética.
Lo cito para ejemplo de un poetizar digno de imitarse.
“No debo
proclamar así mi dolor”.
Declara con verbo que sugiere una acción reprobable: eso de hacer público, en geticulación egoísta, la propia culpa.
“¿Qué importa?” si el poeta está alegre o triste.
“¿A quién ayudaré?
¿qué salvación podré engendrar con un lamento?”
Se pregunta.
Es el final, por cierto, lo que más importa del poema; lo que--sin responder a las preguntas y sin cumplir con lo propuesto al principio--dice, con la sombría culpabilidad de lo inevitable, el mayor lamento, el que no debiera proclamarse.
“Y, sin embargo,
cuento mi historia,
recaigo sobre mí,
culpable
de las mismas
palabras que combato”.
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