Ha venido a
sentarse a la mesa de Don Baruj un anciano, evidentemente mayor que él, y con
toda probabilidad amigo suyo de hace mucho: se saludaron efusivamente. Aunque poco
dado--como se sabe--a tales manifestaciones, esta vez Don Baruj se levantó de
su silla y aceptó, si bien un tanto tenso, el abrazo del otro y el beso par en la mejilla.
Han estado
conversando largo rato. Si bien Don Baruj se ha mantenido mayormente en
silencio, escuchando. De cuando en cuando pausa con un comentario breve o una leve risa contenida la
verborreica e increíblemente vigorosa perorata del otro.
--¡Pero
qué dices, Baruj—le oímos exclamar exageradamente al otro—si no nos queda más que
apresurarnos, trabajar a paso largo, ir a marcha forzada!
Don
Baruj parece contradecirlo porque "¡claro
que no!" le grita impaciente el viejo, agitado, molesto.
--¿Qué tanto tiempo nos queda--agrega como extenuado--para terminar todo lo que nos falta terminar? Yo ni dormir puedo".
--¿Qué tanto tiempo nos queda--agrega como extenuado--para terminar todo lo que nos falta terminar? Yo ni dormir puedo".
--Haces
mal, Osvaldo. Exageras. Nos quede el tiempo que nos quede, no hay apuro—lo trata de calmar Don
Baruj. Y me llama para que, cuando tenga tiempo—hay muchos clientes en el café que
reclaman mi atención--, le eche más agua caliente a la tetera.
No me
demoro nada en hacerlo y al llevarles el agua a la mesa Don Baruj le está hablando
al amigo con una calma casi de burla.
--Hay
que hacer las cosas sin apuro. Sin apuro debiera ser la regla en todo. No hay
un plazo en el que cumplir lo que nos toque cumplir. No hay otro plazo que el
definitivo, el que abruptamente le pone el punto final a toda labor, a toda
vida. Y no es un plazo que sepamos cuando se vence.
--Por
lo mismo. Es lo que digo. Hay que terminar antes de que llegue.
--Pero si no
hay nada que terminar. Todo trabajo es incompleto, incompleta toda vida cuando cesa.
Y como
el otro insiste en que hay que apresurarse para ganarle al tiempo que
transcurre y se escapa, Don Baruj sorbe su té una, dos veces, y añade como para sí mismo, sin
esperar que el amigo calle, sin esperar que lo escuche:
--A
nuestra edad, ¿qué apuro hay? Nada se consigue a la carrera.
1 comentario:
Bravo.
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