17/6/16

Crónicas del duermevela: Imaginación de la memoria

La memoria, siempre activa por la simple necesidad de mantener la identidad de la conciencia propia, de cuando en cuando se desboca en arrebatos de sensibilidad y evoca, con veracidad pasmosa, escenas de un pasado que parecía pertenecer al olvido.

Sin aparente motivación y de pronto, como sorpresa inesperada, la visión de un instante y las sensaciones que lo determinan dominan la conciencia presente, la remueven. Se apresura el pulso, se vuelve un puño el plexo, el lagrimal se irrita. La evocación es fugaz e intensa.

Sucede, tal vez, cuando el presente vacila ante la amenaza del vacío: la nadería del yo que se funda en la memoria.

Así, cuando en la desesperanza pensó--en términos simbólico-emotivos--que ya no podía seguir, que estaba, como nave sin timón que ola y resaca varan en la arena, la visión del recuerdo le vino intensa a la mente, recuperadora:

Estaba de nuevo en esa playa larga de negra arena, donde desemboca el río y batallan las aguas encontradas. En la caleta de la boca, al volver de la pesca a media mañana, los pescadores varaban sus botes bajo el alboroto de las gaviotas en vuelo entreverado. Y las toninas, numerosas como las olas, parecían en sus brincos querer hacer lo mismo.

Como entonces, contemplaba el momento desde lo alto de la loma, rodeados de los aromas.

Pero lo sabe casi inmediatamente: eso ya no existe.

Fue breve ese instante
, a lo mejor no más que un segundo que en la memoria se ha multiplicado en muchas veces. Pero también pudo haber sucedido muchas veces en largas contemplaciones.

O no sucedió nunca y lo imagina.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Como bien dices, amigo, “…Sin aparente motivación y de pronto, como sorpresa inesperada, la visión de un instante y las sensaciones que lo determinan dominan la conciencia presente…”

Y como al pie de la letra, eso mismo me ha pasado incontables veces, en las que repentinamente un aroma me regresa a mi vida de chaval y me trae recuerdos de una señora de cabello argentado y con muchos abriles a cuestas, que amablemente me invitaba a conversar con ella: jamás olvidaré el aroma de un perfume muy particular que su casa tenía, así como el color amarillo pollito con pequeñas flores de la tela de sus cortinas que filtraban una tenue luz tibia que la iluminaba como un cuadro del Renacimiento. Cada que algún aroma se asemeja al mismo, regreso a ese momento como paloma mensajera a su ponedero.

Y tan rápidamente como me vino a mente,
se desaparece y me encuentro de nuevo en mi realidad presente.

En aquel aire andino, límpido y cerúleo, las memorias de la infancia adquirían otra dimensión: como que el sol brillaba con mayor intensidad, como que la brisa perfumada de eucaliptos suavemente acariciaba nuestras tiernas fosas nasales, como que el musgo fuertemente abrazado de los costados de la zanja tenía un verdor brillante aterciopelado que hoy fácilmente competiría con cualquier color del mundo de la ciencia ficción.

Y tan rápidamente como me vino a mente,
se desaparece y me encuentro de nuevo en mi realidad presente.

También el repentino aroma que arrastrado por el viento, me recuerda mis días en plácidas y suaves playas caribeñas con sus arenas como azúcar refinado colándose entre los dedos de mis pies, que irónicamente estimulaban mi carrera hacia el tibio lamido de las aguas saladas de aquel cambiante líquido zafirino.

Y tan rápidamente como me vino a mente,
se desaparece y me encuentro de nuevo en mi realidad presente…

El barón