6/5/19

Sigue la conversación con René Rodríguez Soriano (Tercera Parte)

A las dos entradas anteriores de nuestra plática con René Rodríguez Soriano (reproducidas abajo) agregamos una nueva pregunta que, a causa de la reciente publicación de una selección de poemas, Juguete Sagrado, no sigue la línea de conversación que llevábamos. 


--¿Qué puedes decir de este nuevo volumen de poemas tuyos seleccionados por otros? ¿Qué crees que aporte a tu carrera literaria? 

—Sin lugar a duda alguna, me siento como niño con este Juguete sagrado que acaban de urdir Denisse Español y Luis Reynaldo Pérez, dos poetas muy jóvenes, con los cuales no he tenido otro acercamiento que no sea a través de la literatura; ellos dos, dueños de su pasión lectora y agobiados quizás de pastar en las sesgadas orillas del canon, se arriesgaron a nadar o volar hasta donde pacen desparejas y absortas mis palabras para poner en mi cesta el más significativo reconocimiento de mi carrera, igual que hiciera Máximo Vega hace dos años con Jugar al sol. ¿Qué más puedo decir? Dice el lector, ese animal acucioso y descreído que siempre va a por más; ése que, a la final, completa cabalmente el proceso. Para él se escribe, sin género, sin sexo y libre.

Entrevista (I y II)
¿Qué te dio por escribir y cuándo empezaste a hacerlo?Es una pregunta obvia, pero establece el interés biográfico que quisiera darle a la conversación.
—Algún día, no lo recuerdo, quizás hastiado de lanzar piedritas chatas sobre la quietud de las aguas de la laguna ya sin patos ni yaguasas, se me dio por acumular renglones en las hojas sobrantes del cuaderno de la escuela primaria. Después, recuerdo que, durante los afanosos días del bachillerato junto a un grupo de amigos, se nos ocurrió meterles manos a algo así como un periódico cuyas pretensiones —en principio— no tenían la intención de trascender los muros de las aulas. Trasquilábamos revistas, suplementos y panfletos contra el régimen; balbuceábamos protestas, pasquines y no sé cuántas diabluras. Había que tomar calle, el pueblo ávido de rumores nos reclamaba. A partir de ahí, tuvimos que sacar de abajo. Ante el reclamo general, no se me ocurrió otra cosa que comenzar a escribir” sesudos editoriales”, que no eran otra cosa que, petulantes y atrevidos, entuertos de niño alpinista con medallita de Santo Domingo Savio y fiel devoto de Libertad Leblanc y María Félix. Entonces, te imaginarás, ahí se armó Troya. Chocamos de frente contra las patas peludas de la “Ley y el orden establecidos”. Creo que fue ahí cuando empecé a escribir o sabotear uno que otro fragmento de los textos de lectura de la Gramática castellana de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña…  
¿Dirías tú que la política y los asuntos relacionados con la justicia social han sido los principales motivadores de tu escritura? Me pregunto qué habrás dicho en esos renglones que primero escribiste en tus cuadernos de estudiante de primaria, antes del revuelo juvenil de tus inicios de escritor publicado.

—Como lo hubiera dicho el recién partido Alberto Cortez, ‘pudiera ser que pudiera’; pero creo que no. Y si no me equivoco, comencé a escribir, en cierto modo influenciado por las ideas del genial Malagón. Recuerdo que el admirado profesor nos sentó frente la maquinilla y nos instó a pensar sobre el teclado. Desde entonces, mis dedos piensan y escriben. Ahora bien, no miento si te digo que —una vez más que otra—, mis dedos insumisos, han soltado latigazos y hasta lava contra la injusticia y sus amanuenses. Sobre todo, contra los indignatarios y su corte. Pero esa es otra historia. En cuanto a los renglones prehistóricos, muy poca cosa sale ilesa del tiempo y las mudanzas. 

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