No siempre es de fútbol, política o achaques de lo que discuten los clientes del café, esos viejos ociosos que se pasan las horas conversando entre ellos sin necesariamente prestarle mucha a atención a lo que los otros dicen.
Hablan de nada y de todo.
--Estamos hablando por hablar--critica, de pronto aburrido, uno de ellos, el que más habla.
--Somos humanos y, como lo decían los antiguos con sus epítetos certeros, los dioses nos dotaron la palabra.
--Somos animales parlanchines--interviene el humorista.
--Y hablamos por hablar lo que todos hablan--sentencia el clasicista, el más sabido de los tres.
Y el que abrió el tema con su queja, muy a su manera, se lanza a perorar.
Conociéndolo bien, los otros callan.
--Una infinidad de muy diversas cuestiones nos entretiene y mortifica constantemente.
--Condición de los mortales--dice alguno por lo bajo, sin intensión de interrumpir.
--No pocas de ellas--continúa el que perora--connaturales a la especie, son comunes a todos: a la ingente multitud de los que somos hoy, de los que fueron ayer desde los orígenes, y de los que serán en lo que quede de la presencia humana en el universo.
Y ya no hay quien lo calle ni lo escuche.
--Y esos varios asuntos persisten obsesivamente a toda hora en la mente de cada cual, de cada uno y de todos los miembros del organismo activo que es la especie humana.
Habla a solas
--Son--sigue, pensando ahora para sí mismo--los temas de siempre, los repetitivos, que entusiasman a muchos (fervor de lo manido) con sus diversos dogmatismos y acaban por angustiar a otros hasta el extremo del tedium vitae.
Por un instante los otros esperan que diga algo.
--Pocos son, desafortunadamente--piensa, desentendido--los que, dotados de extrema curiosidad, se atreven a excursionar fuera de los límites de lo consabido y abrirles paso a otras consideraciones, a asuntos diferentes, renovadores, que nunca nadie toma en cuenta.
Labor debiera ser--y lo es--de la filosofía, es decir de la pasión de saber que motivan las ciencias y las artes, escudriñar entre lo obtuso y obsesivo del saber manido y desentrañar otras menos ajadas preocupaciones.
Resuenan en la mesa del café las piezas del dominó con que sus amigos se entretienen
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