Se pregunta el diarista--habitual escriba--por qué toma a diario la pluma (es ésta para muchos una imagen del pasado) y escribe lo que escribe.
Por ejemplo, lo que anoté ayer en las páginas anteriores:
"Desperté a las 5:55 de la madrugada y me impresionó--como si fuera imagen del sueño del que huía--esa triple cifra repetida que pudo ser un presagio o un comentario esotérico de arcanas numerologías".
O simplemente lo siguiente que dejé escrito hace algunos días:
"Al ponerme a escribir se me ha entibiado el café en la taza intacta. El sorbo tibio me desagrada como un mal recuerdo. Además, ¿no dijo alguien que ha de escupir las aguas tibias por no ser ni frías ni calientes?"
Probablemente no sea yo el único que no sabe por qué llevo conmigo esta libreta--constantemente--a dónde vaya.
Nota: Como ya se sabe no es raro que en las mesas del café se le olvide a más de un cliente el teléfono, las gafas o cualquier otro objeto que uno pensaría no se puede extraviar por esencial y necesario. Entre esos objetos olvidados que esperan que su dueño los recupere se guarda en la gaveta correspondiente la libreta o vademécum--diario la llamarían otros--de la que se reproduce el texto de esta entrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario