23/5/20

De un diario anónimo* 7. El momento ideal

20 de marzo: Primer día de primavera. 



Prima el desorden cuando no se previenen las situaciones que lo producen. 

Esta mañana al desayuno terminé de llenar la libreta en que llevaba escribiendo las útimas semanas. 

Necesitado de otra en qué seguir el hilo de mis anotaciones, y no habiendo comprado a tiempo una nueva, rebusqué entre los montones de papeles y cuadernos que no he querido ordenar por la ansiedad que me produce hacerlo, y di con esta libreta escolar mayormente en blanco. 

Una rápida ojeada me indicó, con un dejo amargo de culpabilidad y remordimiento, que las primeras veintitantas hojas, las únicas usadas, contienen las notas que estaba tomando--hará ya unos diez años atrás--para un proyecto del que me había olvidado por completo y al cual le dediqué entonces bastantes horas de entusiasmo. 

Gran parte del desorden lo producen, en mi caso, los innumerables proyectos inconclusos. Éstos y la infinidad de papeles sin clasificar y de libretas a medio llenar confundidas con otras tan repletas de escritura que no hay quien se atreva a consultarlas, por temor a perderse en las vastedades de un tiempo confundido en la memoria y el olvido. 

Escribo--aumentando el desorden y la confusión--en esta libreta que tenía una función muy diferente, ya innecesaria por olvidada.

No puedo no anotar que al recordar los días en que me interesó escribir un ensayo sobre la comida casera, la de la infancia—acabo de leer algunas de las notas tomadas entonces—sentí nostalgias de sabores y aromas del pasado y la distancia, probablemente las mismas que en el momento de concebir el proyecto gastrosentimental parecieron ser auténtico asunto  intelectual de ociosa curiosidad académica. 

Por la tarde, de vuelta de mi almuerzo semanal con NN, he pasado al Frederick Park y en vez de caminar, como llevaba pensado hacerlo, me he sentado en este banco a gozar del perfecto clima de esta tarde excepcional. No son muchos en el año los días así de agradables y no siempre tiene uno la posibilidad de aprovecharse de ellos como lo hago ahora. 

No tengo otro plan para lo que queda del día que estar aquí, en esta naturaleza apenas agreste, sin nada más que hacer que estar. 

Escribo--que es como no hacer nada--porque me da la gana y porque hacerlo le da al momento grato la quietud del instante idealizado. 

Dichoso este acto de escritura: parecería incompleto el goce del momento si no se tomara nota del mismo. 



*Abandonado en una mesa del café hace ya algún tiempo. Hasta ahora nadie lo ha reclamado.



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