11/5/20

Diario anónimo|° 5: alergia y caos

Hay que advertir que la alergia debilita tanto o más que una fiebre. Por eso esta mañana no me levanté--no pude hacerlo--hasta pasada media mañana. Dormí mal o a medias toda la noche,  pero tuve buenos sueños que curiosamente recordé al despertar tal vez porque tenían que ver con que andaba conociendo una ciudad junto al mar, hermosa y pintoresca, caprichosa de un modo diametralmente opuesto a como se han mal aprovechado los paisajes de costa.

Pero la desidia de hoy no se debe a la alergia, a no ser que se trate de mi reacción contraria al trabajo, incluso al que llego a veces hacer a gusto.

Me pongo, desganada y desoladamente a ordenar el escritorio. Tiro, con culpabilidad, varias revistas y periódicos que dejé amontonarse sin leer. Al toparme con un libro que tampoco he leído, me olvido de que estaba ordenando y me pongo a leerlo. 
Es un demasiado hermoso libro de notas de la estadía de un maestro de la escritura en el norte italiano hacia finales del siglo XIX. Las reproducciones de paisajes pintados por artistas de la época refuerzan el esplendor de la prosa evocativa. 
No por nada me estoy en esto de leer hasta pasadas las 4:00, cuando, sobresaltado por la hora, trato de retomar la organización sólo para darme vueltas sin decidirme a nada. Muevo libros y papeles de un lado a otro aumentando el desorden.

Ya lo sé: predomina el caos.

Ordenar--tratar de hacerlo--es un esfuerzo inútil, es intentar lo imposible, como es imposible liberarse del todo de la alergia, esa otra natural imposición de lo imperfecto.


°Abandonado en una mesa del café hace ya algún tiempo. Hasta ahora nadie lo ha reclamado.

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