12/9/25

Urgencia de las últimas palabras

"Entiendo ahora---pienso con irónica burla de mí mismo---la obsesiva urgencia (que para mí había parecido en mi juventud un tanto absurda) con que a sus noventa y tantos años de edad, nuestro antiguo profesor insistía, en competencia obstinada contra el tiempo, en seguir escribiendo.

El metrónomo insistente de su edad, todavía vigorosa al borde de sus cien años, lo urgía con un prestissimo ostinato.

"Me queda tanto por escribir"---nos repetía cada vez que lo visitábamos en el purgatorio de la casa de reposo en la que desde hacía años cumplía con la condena de jubilado.

Recuerdo que volviendo con Jorge, su discípulo preferido, de haberlo ido a ver y acompañarlo por última vez a tomar el té de la tarde, comentamos cómo su tema de siempre, su lema, había sido aquello de que tenía "Tanto por decir y dejar dicho". 

---Como si alguien hubiese alguna vez leído algo de tanto de lo que ha escrito.

---Ni siquiera nosotros mismos.

Atardecía, como todos los días, sobre el mar oscuro.




27/8/25

Ver y no ver


 ---Peor sería no ver nada---me susurra mi demonio conformista en reacción a mi queja de que ya no veo bien ni de cerca ni de lejos y de que la ya de por sí esquiva belleza se me esfuma en la niebla de la vista envejecida.

---Con lo escasas que son las visiones deleitables---comenta otro, mi pobre diablo proclive a la amargura.

---¿No es la imaginación también una mirada?---pregunta el fantasioso y optimista. ---Ver o no ver no depende solamente de la vista, ni de los lentes que la mejoran.

Y entre ellos discuten interminablemente si entre ver o no ver hay alguna diferencia. 

Me marean. Si sólo pudiera dejar de oírlos.

15/8/25

Amenazas del silencio


---Y ése ¿por qué no viene a sentarse con nosotros?

---Me dijeron que ha dicho que está harto de las tonterías de que hablamos. Que prefiere tomarse su café a solas.

---Con su pan se lo coma.

---Lo entiendo---interviene el que nunca está de acuerdo con nadie---: no hacemos más que hablar tonterías. Si tuviéramos algún chisme, por lo menos, de algún conocido.

---Si no vamos quedando sino nosotros.

---Mientras tanto.

El otro, el que optó por el café a solas y mudo, ni siquiera los mira. 

---Siempre fue un amurrado---dice el que lo conoce desde hace años, abriendo la posibilidad de un chisme, aunque añejo. 

Ninguno de los otros aprovecha la oportunidad. Se han quedado mudos, como si pensaran, preocupados, en algo tenebroso como el silencio en que han caído. Porque tropezón y caída ha sido eso del hastío de lo que hablan de que dicen que habla el que se ha apartado.

Guardar silencio, como escondiéndolo en el bolsillo interior de la chaqueta, el más seguro e inaccesible. Como se guarda aquello que, por importante, se olvida donde se lo puso por seguridad de no extraviarlo. Ese silencio amenazante, personal, tan íntimo que ha sido el los trajo, hace algunos años, a encontrarse en el café y hablar y hablar de lo que fuera con tal de oír y oírse, atrapando así al tan temido silencio, éste que, al fin y al cabo, ha terminado atrapándolos.

Al poco rato de despidieron, pensando, en silencio, cada cual a su manera, que algo en ese instante concluía para siempre.



 

7/8/25

Desleído de la presbicia


Lo vemos volver levemente la cabeza hacia la izquierda y quedarse como escrutando algo impreciso a la distancia, distante él mismo de repente.

—¿Qué miras?---le pregunto porque soy curioso y hasta entrometido.

—Lo que apenas vislumbro, como en un mundo desleído—contesta y, volviéndose al grupo nos dice que ya la vista no le permite espiar la belleza a la distancia. —La tengo que imaginar a base de datos imprecisos, sugeridos en la niebla.

Miramos hacia donde miraba y no vemos nada,

Pero él sonríe deleitado, la mirada, otra vez, fija en lo brumoso.

2/8/25

Sordera metafórica


Oído en el café de una mesa a otra.

—Como succionado por el vacío.

—No es el vacío el que succiona sino la presión atmosférica que empuja.

—Si tú lo dices. . .  Da lo mismo.

20/7/25

Unas preguntas importantes

Yo aquí ¿qué soy?

Me lo pregunto y me pregunto si hacerse esta pregunta importa.

Pareciera importar más preguntársela que preguntarse cuánto dinero tengo disponible en el banco o de qué color debería ser la corbata que tendría que ponerme pot la noche para atraer las miradas.

Alguna vez, hace tiempo, eran el banco y el color de la corbata cuestiones para mí importantes. Y mi presencia—mi estar allí—importaba.

Pero aún así---hay que admitirlo---daba entonces la impresión de que no era suficiente ni tener ni estar. 

Que algo más hacía falta.

¿Es que realmente no bastaba estar, ni tampoco tener bastaba?

Yo allí ¿quién era? 

¿Quién fui?

¿Quién he sido y dónde he estado?

¿Qué soy aquí, ahora?

Por ahí cuelgan, irrelevantes—pero no olvidadas—más de alguna corbata del color que se esperaba diera resultado cuando fuera necesario que importara.

7/7/25

El tema de siempre

Más de una vez me han dicho que no hago más que hablar y hablar de mí mismo. A lo que cada vez he respondido dejando de hablar por un momento, sólo un momento. 

Y he pensado que tiene que haber otros temas de que hablar que no sean los de siempre, los que tienen que ver con este yo que no calla nunca. Y que, de haberlos--porque tendrá que haberlos--no sé nada de ellos. 

Asunto es éste que me ronda como uno de los temas de los que hablo y hablo. Pero lo callo.

"Tal vez, después de todo, no haya y no pueda haber", me digo, "otro tema de qué hablar que no trate de mí mismo". 

De ser así, habrá que aceptarlo.